Historia de un ciberacoso

María no se llama María. De hecho, podría haberse llamado Andrea, Marta o Lucía. Es una niña normal. Ni alta ni baja. Ni gorda ni delgada; pero, en estos casos, eso es lo de menos. Tiene 14 años y estudia 2º de ESO en un instituto público de una ciudad mediana; de esas que abundan en España y que se han visto maltratadas por la crisis.

Hace meses visitamos su centro para hacer una charla sobre seguridad en las redes sociales y ciberacoso. Cuando desde su pupitre escuchaba a nuestro compañero Josep Albors hablar sobre precauciones en Internet, nunca pensó que acabaría protagonizando una de esas malditas historias. Sin embargo, pocos meses después María acudió a nosotros porque en un abrir y cerrar de ojos se había convertido en el objetivo de un ciberacosador.

chica

Todo ocurrió muy rápido, en unas 24 horas. «¿Has utilizado tanga alguna vez?». La historia de María empezó en la plataforma de preguntas y respuestas Ask.fm. María, como solía hacer con todas las preguntas que recibía, respondió. Sin darse cuenta, acababa de comprar la entrada a un peligroso juego. Ella y su supuesta ‘nueva amiga’ intercambiaron varios mensajes, luego la invitó a conectar también en Twitter. Como la cuenta estaba al mismo nombre, y ‘la interlocutora’ usaba un tono amistoso, María confió; pero pronto derivó en seductor-agresivo. La recién conocida acabó interesándose por sus tendencias sexuales y pidiéndole fotos en tanga.

María, viendo que la cosa se le iba de las manos, intentó cortar la conversación, pero… su ‘amiga’, que poco a poco, dejaba entrever que no era tal, lo evitaba a toda costa. La sugerencia se convirtió en exigencia. Y esta exigencia fue acompañada de amenaza. Si en un plazo de 24 horas no le enviaba sus fotos en tanga, su número de teléfono correría como la pólvora por todas las redes sociales. Las cartas del ciberacosador no eran fuertes, pero María sintió que su mundo podía derrumbarse. El tono de los mensajes era tajante, autoritario, manipulador. «Haz lo que te digo». «No se lo digas a nadie o lo pagarás», «Te arruinaré la vida». Eso a las pocas horas de haber hablado con ‘la supuesta conocida’ por primera vez.

María pasó una noche de infierno. Sucumbir a la presión no era un buen camino. Con esas fotos en la mano el ciberacosador hubiera hecho de ella lo que hubiera querido. Si María le hubiera enviado las imágenes que pedía hubiera tenido las herramientas que buscaba para presionar realmente a la niña. Sembrar las redes sociales con fotos de ella medio desnuda hubiera destrozado su reputación y María habría acabado por hacer todo lo que el ciberacosador, disfrazado de presunta conocida, hubiera querido.

Por suerte María recordó la charla de Albors, reunió el valor necesario para hablar con sus padres y, con una mezcla de miedo y vergüenza, les contó todo. Por eso acudió a nosotros. El día siguiente el ciberacosador se apiadó un poco de su víctima. Le amplió el plazo y le dijo que hacía esto porque se sentía ‘atraida’ por ella -en todo momento afirmó ser una chica de su edad- y no tenía otra forma de tener fotos suyas. Pero María ya sabía que ante este tipo de amenazas ni una palabra. Horas antes había pasado por nuestras oficinas donde le ofrecimos orientación, normas de comportamiento ante estos casos y un par de directrices claras: denunciar ante la policía y poner el teléfono en cuarentena. El ciberacosador siguió presionando y ante la falta de respuesta desesperó un poco. El tiempo y el silencio por parte de la víctima, que no entró de nuevo al trapo, hicieron el resto.

Pocos datos pudimos rescatar a través de los mensajes que envió a María, aunque sí logramos ubicarlo en un entorno próximo a ella. Desgraciadamente las cautelas que tomó nos llevan a pensar que María no es su primera víctima, y probablemente tampoco será la última, pero si algo bueno tiene esta historia (que no nos gustaría haber contado nunca a pesar de tener un final feliz) es que las charlas de prevención son útiles. Y esto nos da alas para seguir haciéndolas. Ante la vulnerabilidad, precaución; frente al ciberacoso, educación.

Hoy, más de un mes después, el acosador sigue intentando retomar el contacto con María. Le manda mensajes amistosos, pero María ya sabe que de amistosos no tienen nada. No volverá a caer en sus redes.

Photo Credit: Mischelle / Foter / Creative Commons Attribution – NonCommercial-NoDerivs 2.0 Generic (CC BY-NC-ND 2.0)

Laura Grau Berlanga

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